Tema candente y de actualidad, la protección armada de los derechos humanos, más conocida como intervención humanitaria, se ha convertido en una de las prácticas intervencionistas de los Estados. Su evolución histórica se manifiesta en dos escenarios radicalmente diferentes: uno, como instrumento de justicia y defensa de los derechos humanos y, otro, como elemento ?civilizador?, de imposición de una determinada visión de la vida o de la justicia, concretamente la occidental. Pero los Estados no son miembros de un sistema en el que impera la ley del más fuerte, sino que forman parte de una sociedad internacional en la que las normas e instituciones no sólo determinan su comportamiento, sino que, además, conforman la identidad e intereses de los actores internacionales. Con respecto a la intervención humanitaria, una legislación internacional no consolidada ha propiciado que los países poderosos, los organismos internacionales, las ONG, los políticos, los militares, los medios de comunicación, etc., presionen de manera distinta para la consolidación de determinadas normas. Es en esa pugna donde se han redibujado los límites entre los usos de la fuerza permisibles o los inaceptables. El análisis de los casos de Irak, Liberia, Somalia, Ruanda o Kosovo nos acercará a la evolución de la diplomacia coercitiva: el imperialismo altruista.
