En la mentalidad postmoderna --y el gueto ha sido plenamente imbuido por ésta--, la autoorganización compite sin éxito contra el hedonismo, el rechazo a tomar compromisos y responsabilidades, el espontaneísmo, la moda, la superficialidad... De ahí la rápida oscilación de un lugar a otro, de campaña en campaña, según dicten la moda y el gurú de turno, sin lugar a la profundización y al pensamiento crítico: hoy los presos, mañana las raves, y pasado tal o cual reforma de ley. La autonomía personal es autosepultada por un dejarse llevar por lo que convenga en cada momento y salvar las apariencias, estar en todo y en nada a la vez, sea en mil asableas, o en mil festivales, con tal de saciar la necesidad de pertenencia a una comunidad --aunque sea ficticia-- en una sociedad alienada en que las verdaderas comunidades ya dejaron de existir. (p.14)
"Hacer una valoración de una experiencia cuyos resultados no han sido los que esperábamos creemos que puede servir para no caer una y otra vez en los mismos errores. Esperamos que esta autocrítica sea útil en futuros proyectos, aun siendo conscientes de que corre el peligro de ser falsamente asimilada; es decir, que se introduzca en los discursos sin atajarla verdaderamente: ser crítico con el gueto sin ser capaz de desentenderse de determinadas actitudes, manifestarse contra la gentrificación cuando se contribuye a ello... La recuperación de los discursos por parte de los falsos críticos amenaza con vaciar de sentido y contenido las palabras." (p. 34)
Valencia, noviembre 2014, 34 páginas, 1 euro
