LA MÁQUINA DE DESTRUIR GENTE

Imagen de cubierta: LA MÁQUINA DE DESTRUIR GENTE
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Editorial: 
Coleccion del libro: 
Idioma: 
Castellano
Número de páginas: 
48
Dimensiones: 210 mm × 150 mm × 0 mm
Fecha de publicación: 
2011
Materia: 
ISBN: 
9789200229213

La cárcel es una de esas cosas que hasta que se vive se comprende.

Gracias al esfuerzo mancomunado de jueces, policías, ministerios públicos y abogados, este infierno afecta adecenas de miles de ciudadanos mexicanos que en los hechos son considerados culpables hasta que demuestren

lo contrario... o le lleguen al precio a la ?justicia? mexicana.

La ruin y perversa red llamada ?justicia? que persigue como principal objeto el lucro y que tiene en las cárceles su principal fuente de poder y chantaje, debe terminar.

Bastaría con un día que pasaran los jueces como presos comunes y corrientes en Ingreso y COC de cualquier penal, para que supieran realmente lo que están haciendo, los daños que causan a la vida, a la dignidad humana y a la sociedad.

Meter a las cárceles mexicanas unas cuantas semanas a ministerios públicos y abogados defensores, nada más para que las conozcan, darle de comer durante un sólo día a asambleístas, diputados y funcionarios de la CNDH, el rancho que habitualmente comen los presos, meter a las mismas cárceles a los agentes judiciales que han arrancado en base a torturas ?confesiones?, sería muy benéfico para poder sentar las bases de un debate objetivo sobre la situación en que se encuentra la justicia en México y las posibles soluciones a las aberraciones que contiene.

Estas reflexiones fueron escritas en la cárcel, en el Reclusorio Norte a finales de 1991 y principios de 1992. De no haber sido por Don Luis Cantón, director del semanario cómo, quién lo publicó por primera vez, estas reflexiones estarían sometidas todavía a la crítica destructora de los ratones. Don Luis fue el primer director de un medio impreso que se atrevió a brindarnos espacio cuando estaba de moda mantener en el silencio a los presos y particularmente a los presos políticos no arrepentidos de sus concepciones teóricas.

No hubo mejor suerte con otras revistas o periodistas ?de izquierda?. Se repitió ese fenómeno tan común en los demócratas sensatos que alguna vez militaron en la izquierda, casi me dijeron: ?puedo no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo... por tus propios medios?.

Pero ni hablar, un país tan ?democrático? como el nuestro tiene a los periodistas ?valientes?, ?democráticos? y ?honestos? que merece, más aún cuando, como me decían, traía yo la marca de mi militancia política en la Liga Comunista 23 de Septiembre, que en este país para algunos modernos hombres de Estado y para los pusilánimes, aún era un delito.