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Agradecimientos.<BR> Prólogo.<BR> Primera parte: La invasión de los humos.<BR> Capítulo I: Río Tinto antes de 1873: una mina sin esperanza de progreso.<BR> Capítulo II: El desarme liberal del Estado.<BR> Capítulo III: La protesta surge en el oeste.<BR> Capítulo IV: 1877-1880: el tiempo de la peritación.<BR> Capítulo V: Los «pigmeos» entran en política: la batalla de 1880.<BR> Capítulo VI: 1878-1887: bienvenida al infierno.<BR> Segunda parte: «Demostraremos que no somos siervos».<BR> Capítulo VII: Los primeros protagonistas de la lucha: las compañías y la Liga.<BR> Capítulo VIII: ¿Los segundos protagonistas? El mundo obrero y el Estado.<BR> Capítulo IX: Demostraremos a la nación entera que no somos siervos (La tragedia, primer y segundo acto).<BR> Capítulo X: «Todas mis simpatías están del lado de los pueblos» (La tragedia, tercer acto).<BR> Tercera parte: La masacre.<BR> Capítulo XI: Río Tinto en el centro de la diana (La tragedia, acto cuarto).<BR> Capítulo XII: ¡Todos a la manifestación! (La tragedia, acto quinto, 1).<BR> Capítulo XIII: «Muchos muertos, infinidad de heridos» (La tragedia, acto quinto, 2).<BR> Cuarta parte: Del estupor al olvido.<BR> Capítulo XIV: «Toda la sangre derramada cae sobre el banco azul».<BR> Capítulo XV: Un feudalismo industrial jamás conocido.<BR> Capítulo XVI: «Lo decimos con verdadera tristeza: las víctimas serán olvidadas».<BR> Quinta parte: Salir del decreto, salir de los humos.<BR> Capítulo XVII: Del aplastamiento a la marginación.<BR> Capítulo XVIII: A la espera de la primera aplicación del decreto Albareda: la ofensiva madrileña de las compañías.<BR> Capítulo XIX: Para terminar con 1888: en principio, despejar el terreno.<BR> Capítulo XX: La convergencia de los frentes: el asalto final contra el decreto.<BR> Epílogo: De la masacre inútil, pero reveladora, a los riesgos de la memoria.<BR> Anexo I: Textos.<BR> Anexo II: Documentos iconográficos.<BR> Fuentes y bibliografía.