El capitalismo en la trama de la vida

Luis González Reyes
 El libro de Jason W. Moore ‘El capitalismo en la trama de la vida’ es una contribución muy notable para entender lo que el título reza, que a su vez es determinante para comprender el presente.
El Salto Diario
23/01/2021
Naturaleza / Capitalismo / Ecología

El libro de Jason W. Moore El capitalismo en la trama de la vida—editado por Traficantes de Sueños y traducido por María José Castro Lage— es de los que, sin lugar a dudas, hay que leer, por más que no es un texto fácil y hay que dedicarle tiempo pausado. Es una contribución muy notable para entender lo que el título reza, que a su vez es determinante para comprender el presente. En esta reseña voy a intentar recoger algunas de sus principales ideas y dialogar brevemente con ellas.

La-naturaleza-en-el-capitalismo y el-capitalismo-en-la-naturaleza
Todo el texto está atravesado por la idea de que “la organización humana es parte de la naturaleza”. Hace un trabajo muy potente en desterrar la visión cartesiana de la separación entre sociedad y naturaleza no solo en el discurso epidérmico, algo relativamente fácil, sino en el análisis profundo, lo que es mucho más complicado. Sin duda, es uno de los elementos fuertes del libro. Por ejemplo, afirma que “las civilizaciones son impensables en ausencia de clima”, por lo que no se puede entender la historia sin entender los cambios en el clima. Así, “el clima no es sino un haz de determinaciones —no de determinismos— que tiran, aflojan y transforman las nutridas totalidades del cambio histórico”. Un ejemplo sería el trabajo precedente de Brooke.

Para entender cómo se produce la interacción entre las naturalezas humanas y extrahumanas, usa el concepto de oikeios. “El oikeios es una relación que incluye a los seres humanos y a través de la cual la organización humana evoluciona, se adapta y transforma. La organización humana es a la vez producto y productora de oikeios”.

Una implicación de esta visión es que las naturalezas extrahumanas dejan de ser agentes pasivos para convertirse en agentes activos de la historia. Por ello, Moore afirma que no solo resisten los seres humanos ante el capital, sino también lo hace la naturaleza. Uno de los ejemplos que pone es el de las supermalezas, que dificultan el desarrollo del agronegocio. Obviamente, no es una resistencia consciente, con voluntad, pero sí muestra que la naturaleza extrahumana es un agente dinámico que influye en el desarrollo del capitalismo.

Sin embargo, en su explicación de como el capitalismo se inserta en la trama de la vida no aborda las escalas de la vida y del capitalismo. La humanidad no es más que un momento mínimo en la historia de la vida. La capitalismo es todavía más. Pero, incluso en ese momento y con su tremenda capacidad de transformación, su potencia queda eclipsada frente a la del conjunto de la vida. Cuando Moore planeta que los seres humanos son “los mejores ingenieros ecosistémicos del planeta” no está viendo la capacidad de transformación del entorno de Gaia, del entramado ecosistémico. La acertada visión y discusión a partir del enunciado “el-capitalismo-en-la-naturaleza y la-naturaleza-en-el-capitalismo” a veces no deja ver que en realidad el capitalismo es una parte relativamente pequeña de la naturaleza.

Por otro lado, plantea una crítica frontal a quienes plantean el colapso del capitalismo global en ciernes como consecuencia algo “exógeno” a él causado por el cambio climático u otros vectores no humanos. Desde luego acierta al plantear que no es nada exógeno, pero creo que yerra al situarse prácticamente como la única persona que es capaz de esquivar esa visión exógena. Creo que la realidad de argumentaciones es mucho más compleja, no la dicotomía que él sostiene. Moore da una gran proyección al análisis de el-capitalismo-en-la-naturaleza y la-naturaleza-en-el-capitalismo, pero no ha sido el único que ha avanzado en ese sentido y una parte importante de la literatura que analiza la Crisis Global contemporánea y el colapso de la civilización industrial está lejos de plantear esa visión exógena que él afirma que se sostiene. La realidad es más de grises que de blancos y negros, pero, en esos grises, la contribución de Moore es notable y el marco teórico que plantea, clarificador.

Creación de valor en el capitalismo
Al explicar el capitalismo dentro de la naturaleza, Moore tiene que entrar necesariamente a hacer una propuesta de cómo se crea el valor en este sistema socioeconómico. Su eje central de reflexión es que se puede capitalizar el trabajo/energía a través de la monetización o se puede apropiar por medios no monetizados, como el trabajo de un río o varias formas de reproducción social. Por lo tanto, hay dos ejercicios básicos detrás de la creación de valor: la capitalización, que sería lo que sucede dentro del capitalismo, y la apropiación de lo que está fuera.

La apropiación no produce valor en sí, sino que genera las relaciones, espacios y trabajo/energía que hacen posible el valor. Por ejemplo, la sustitución de la madera por una fuente energética abundante, y más densa y barata como el carbón fue una manera de aumentar la plusvalía. Por un lado, un abaratamiento de la energía redujo el precio del valor circulante (materia y energía) y del capital fijo (de la maquinaria). También sostuvo la producción creciente gracias a un capital circulante en ascenso. Y, por si esto fuese poco, permitió aumentar la productividad de manera espectacular. Otro ejemplo sería que el capital se beneficia de emplear a personas provenientes de hogares semiproletarizados o no proletarizados donde los ingresos para garantizar los cuidados (incluida la crianza) vienen de fuera de la relación salarial, como sucedió con la esclavitud africana o con la desposesión del campesinado. Lo mismo se podría decir del uso capitalista de naturalezas no humanas capaces de reproducirse por sí mismas. En resumen, la apropiación es del trabajo de las mujeres, de las colonias y de la naturaleza no mercantilizada.

En realidad, la relación entre la capitalización y la apropiación es bidireccional, no solo desde la apropiación hacia la capitalización. La capitalización, además de realizar la reproducción del capital a nivel interno, hace eficaz el procesamiento de las naturalezas no humanas. Por ejemplo, las empresas petroleras, con todo su desarrollo tecnológico y de poder, permitieron sortear el encarecimiento de materias primas y de alimentos con nuevas redes de transporte y la petroagricultura.

Pero probablemente la cuestión más rompedora del trabajo no es la contribución de la apropiación a la creación de valor, algo de por sí ya importante, sino que dicha contribución es la más determinante y la mayor: “el valor no funciona salvo si la mayor parte del trabajo no se valoriza”. Moore sitúa fuera de las relaciones capitalistas la clave de la reproducción del capital. Para argumentarlo, defiende que la capitalización genera menos valor porque la apropiación es gratis, mientras que la capitalización es remunerada. La apropiación aumenta la productividad del trabajo sin un aumento del capital constante (maquinaria e insumos) y reduce los costes de reproducción de la fuerza de trabajo en zonas altamente capitalizadas.

Siguiendo esta misma línea de pensamiento, el espacio predilecto para el capital no sería el urbano, sino el rural, donde se produce la apropiación. Aquí hay otra ruptura fundamental con el pensamiento mayoritario sobre el funcionamiento del capitalismo, que tiene importantes repercusiones estratégicas, pues situaría en el mundo rural el lugar principal de resistencia anticapitalista, aunque en eso no entra el libro. Es más, ¿cómo sería una política anticapitalista si la clave del valor estuviese fuera del ámbito capitalista?, ¿qué papel tendría que desempeñar la población proletarizada?

El texto apenas da datos que sostengan que la apropiación es más importante que la capitalización. Solo en un momento plantea que el trabajo de cuidados no remunerado de las mujeres representa el 70-80% del PIB y el de las funciones ecosistémicas, el 70-250%, pero hace falta más investigación en esta línea.

Los Cuatro Baratos
La apropiación depende de los Cuatro Baratos (baratos en el sentido marxiano de tiempo de trabajo socialmente necesario). Estos Cuatro Baratos son: alimentos, fuerza de trabajo, materia y energía. Los Cuatro Baratos están determinados por la geología, la geografía o el carácter biofísico de las naturalezas extrahumanas, pero también por las relaciones de clase imperiales y de desarrollo de los seres humanos.

Habría un quinto barato, que sería el dinero, pero que Moore defiende que no es Naturaleza Barata, sino una herramienta para conseguir los Cuatro Baratos. El caso de como la economía financiera ha proporcionado dinero barato en abundancia a la industria petrolera de la fractura hidráulica, lo que permitió su expansión, es un buen ejemplo.

Entre los cuatro baratos hay dos asociaciones: fuerza de trabajo —alimentos y materia— energía. La primera se basa en poder alimentar más barato a la población y en desplazar fuerza campesina hacia otras ramas de la economía. Sobre esta primera asociación es sobre la que trabaja fundamentalmente el texto y a la que da más preponderancia.

Aunque creo que Moore acierta con estos nexos, creo que no termina de ver todas las relaciones entre estos cuatro elementos. Por ejemplo, apenas apunta el nexo energía —alimentos— fuerza de trabajo. Este nexo se puede ver a través de nuestro sistema alimentario petrodependiente. Del mismo modo, podríamos ampliar el nexo y mostrar cómo el sistema alimentario también requiere distintos insumos materiales, como el fósforo. Considero que llevar la relación entre los Cuatro Baratos hasta el final hace que se transformen en dos: materia y energía, pues los alimentos y la fuerza de trabajo son formas de energía. Eso sí, la fuerza de trabajo es una forma de energía muy peculiar de importancia central en el capitalismo, pues es la que crea el valor.

Moore insiste mucho en el tema del precio de estos cuatro elementos pues “el capital solo reconoce la escasez a través del precio”, lo que es cierto. Pero los datos que aporta para explicar el devenir del capitalismo a partir de los precios de estos elementos no terminan de estar claros. El recorrido se hace a veces un poco confuso.

Sin embargo, cuando el texto deja de lado los precios y entra en el terreno de la economía ecológica, de la economía estudiada a partir de los flujos materiales y energéticos, la claridad es mucho mayor. Se correlacionan con más facilidad los periodos esplendorosos del capital con los de mayor apropiación de materia y energía, aunque sería necesario profundizar en la investigación para, como apuntaba antes, determinar si es más importante la apropiación o la capitalización. Creo que Moore, al centrar tanto el análisis en la parte monetaria (Cuatro Baratos) pierde perspectiva de la economía real, la de los flujos materiales y energéticos. Le ciega un poco el velo monetario del que habla Naredo.

Requerimientos para la apropiación
La apropiación del trabajo de la naturaleza es un proceso activo. No se produce “de por sí”, sino que requiere empeño y voluntad. Detrás del uso del petróleo está el ejercicio de poder de privatizar su gestión, el desarrollo tecnológico para poder usarlo y cambios culturales. Por ello, la apropiación requiere “cartografiar, cuantificar y racionalizar naturalezas para ponerlas al servicio de la acumulación del capital. De ahí esta trinidad: trabajo social abstracto, naturaleza social abstracta y acumulación primitiva”. O, mirado desde otro lado, “la ciencia, el poder y la cultura operan dentro del campo gravitatorio del valor y son coconstituyentes del mismo”.

En el plano cultural, para la apropiación fue necesaria la construcción de la naturaleza como algo externo a la sociedad (naturaleza social abstracta) y de la mujer como algo antagónico al hombre. Los pares de opuestos cartesianos de la Modernidad fueron un constructo del capitalismo necesario para apropiarse del trabajo/energía de la naturaleza extrahumana y de las mujeres: “La Modernidad es un descomunal proyecto de control. Lleva a cabo todo tipo de procedimientos cuantificadores y clasificadores dirigidos a identificar, obtener y regular naturalezas históricas al servicio de la acumulación”.

En la apropiación (además de en el aumento de la productividad en la capitalización), la tecnología desempeña un papel central. Por ejemplo, las mejoras en el transporte o en el conocimiento de la naturaleza resultan imprescindibles. Pero el análisis de Moore va más allá de la tecnología y trabaja de manera clarificadora con el concepto de técnica de Mumford, que aúna tecnología, poder y economía.

Crisis capitalistas
Como la clave del valor está en la apropiación, la disponibilidad o no de estos Cuatro Baratos (energía, materia, alimentos y fuerza de trabajo) es lo que permite explicar los periodos de auge del capitalismo y también sus crisis. Cuando los Cuatro Baratos son apropiados a una velocidad insuficiente, no son capaces de compensar la reproducción decreciente del capital, se produce una crisis. De este modo, y de forma coherente con su argumentación, las crisis del capitalismo, al igual que sus periodos de esplendor, se explican más por lo que sucede fuera que por lo que sucede dentro (aunque fuera-dentro está en una relación dialéctica y se podría decir también que lo que sucede dentro es incapaz de apropiarse de más afueras).

En todo caso, Moore también apunta que el capitalismo, para recuperar la rentabilidad, recurre a más estrategias que no son solo la apropiación. En concreto, la devaluación del capital fijo (por ejemplo, cierre de fábricas), el aumento de la productividad mediante innovaciones técnicas u organizativas, y la coerción para redistribuir la riqueza del proletariado al capital (por ejemplo, degradando las condiciones laborales).

El excedente ecológico, lo que es apropiable por el capitalismo, desciende por: i) Desgaste de las mejores fuentes energéticas y materiales. ii) La simplificación ecosistémica que desequilibra los ecosistemas haciendo que no funcionen adecuadamente. iii) La generación de residuos que produce el desgaste de los sumideros. Esto produciría un “valor negativo”, es decir, la necesidad por parte del sistema de emplear recursos para hacer frente a la degradación socioambiental. iv) La lucha de clases en los territorios no capitalizados y el movimiento ecologista (o sus correlatos históricos cuando los hubo). v) El nexo monetario tiende a desorganizar las formas precapitalistas de poder y producción y, con ello, se dificulta la apropiación. En todo caso, en el análisis del desgaste del excedente ecológico Moore plantea causas distintas en diferentes lugares del libro, por lo que las razones listadas son una relectura mía.

Para el análisis de la evolución del excedente ecológico que permite los Cuatro Baratos, recurre a varias de las herramientas que se están usando quienes analizan la Crisis Global. Por ejemplo, recurre a los rendimientos decrecientes que trabajó bien Tainter. También reconceptualiza la Tasa de Retorno Energético (TRE) en Tasa de Retorno Energético sobre el Capital Invertido (TRECI) para evaluar la proporción de retorno de la apropiación frente a la capitalización. En la misma línea, propone sustituir el pico de las distintas sustancias por el pico de apropiación. Aunque en realidad estos dos términos están más relacionados de lo que Moore ve, pues el pico de una sustancia no tiene detrás solo causas geológicas, sino también otros factores. Cuándo sucede el cénit depende también de factores políticos (ayudas públicas, inestabilidad, apuesta por el reciclaje en el caso de los minerales), económicos (inversiones), sociales (resistencias a la explotación), ambientales (falta de otros elementos necesarios para la extracción) o tecnológicos (mejoras en la maquinaria). En definitiva, algo parecido al oikeios.

Con este marco teórico, Moore entronca y relee el trabajo de Arrighi sobre los ciclos sistémicos de acumulación. Cada uno de los ciclos empieza con la apropiación de los Cuatro Baratos fundamentalmente por la potencia hegemónica. En la fase final de un ciclo, existe un agotamiento simultáneo de las estructuras organizativas y de la naturaleza histórica específica de ese régimen de acumulación. Cuando este ciclo de apropiación se agota, deviene una crisis que termina con un cambio científico, imperial (poder) y cultural, en el oikeios, para recuperar los Cuatro Baratos. De paso, este análisis le sirve para argumentar de manera convincente que el capitalismo no nació con la Revolución Industrial, sino en la Edad Moderna.

Colapso sistémico
Moore insiste en que los límites son coproducidos por la naturalezas humanas y extrahumanas. Esto permite ver la crisis contemporánea no como algo ajeno al capitalismo, sino como algo que tiene que ver en cómo el capitalismo ha creado naturalezas y los límites de seguir creándolas. Pero el libro, desde mi punto de vista, se deshincha en este análisis del presente. Todo el potente marco teórico que construye tiene sentido para entender el presente y poder trazar estrategias adecuadas, pero sobre lo primero pasa relativamente de puntillas y sobre lo segundo no entra (lo que sí es más comprensible, pues requeriría otro tipo de análisis que está más allá del foco del libro).

Por una parte, al final del texto hace varias afirmaciones que apuntan al final del capitalismo, a su colapso, al menos en su versión globalizada e industrial actual. Por ejemplo, dice que: “los procesos (…) de apropiarse de trabajo/energía no remunerados e intoxicar la biosfera han llegado a un límite”. Pero apenas desarrolla esos límites ni esta idea.

En el único caso que lo hace es con los límites para conseguir alimentos baratos y su ramificación hacia el trabajo barato (aunque el trabajo barato no solo depende de los alimentos baratos). En cambio, no aborda casi la materia y la energía baratas que, como he apuntado más arriba y desarrollado de manera extensa, creo que son realmente los Dos Baratos fundamentales o, más bien, los Dos Flujos fundamentales, si miramos con los ojos de la economía ecológica.

Por último, insiste mucho, con acierto, en las oportunidades que abre el colapso del capitalismo. Para ello se desmarca de una visión simplona del colapso ausente de esperanza, algo por otra parte que pocas de las personas que trabajan en ese campo en realidad defienden. Moore subraya esas oportunidades cuando afirma: “¿De verdad hay que temer el ‘colapso’ del capitalismo, una civilización que hunde a más de un tercio de su población en la malnutrición? La experiencia histórica sugiere que no”. Y también cuando escribe: “El valor negativo, según se vaya solidificando de aquí en adelante, constituye un obstáculo para el capital como tal (…) conlleva la posibilidad de valorizaciones alternativas de los alimentos, la naturaleza y todo lo demás”.

Pero Moore solo muestra las oportunidades que se abren y no los riesgos del desmoronamiento de este orden. Del orden del que dependemos ahora mismo para satisfacer (o malsatisfacer) nuestras necesidades la inmensa mayoría de la población. El capitalismo ha hundido a un tercio de la población en la malnutrición, pero algunas de las vías de su desmoronamiento pueden hundir a un porcentaje mucho mayor, siguiendo con su ejemplo. Considero que no debemos obviar futuros posibles distópicos, pues necesitamos verlos para trazar estrategias que los eviten y maximicen las oportunidades que se abren.