La tempestad de los revolucionarios afroamericanos. Sobre Julius Scott, The Common Wind.

José Angel Koyoc Kú
Libro reseñado: 
Revista común. Memorias, combates, poryectos
12/07/2019

Tuvieron que pasar más de treinta años para que la tesis doctoral del historiador estadounidense Julius Scott, presentada en 1986 en la Universidad Duke, pudiera ser editada como libro por Verso en 2018. A pesar de no haber sido un estudio publicado, el historiador estadounidense Marcus Rediker señala en el prólogo de este libro que eso no fue impedimento para que la tesis de Scott fuera multicitada por diferentes estudiosos en diversos campos. Esta notoriedad, entre otras cosas, se debió a que la obra de Scott, desde su presentación como tesis doctoral, fue una gran contribución a la forma de entender y escribir la historia “desde abajo”. Y es que, desde el mismo corazón de la propuesta del autor, podemos encontrar los ecos de varios historiadores que lo antecedieron y quienes también contribuyeron a esta particular forma de escribir historia. La misma idea de analizar los rumores entre las clases populares en tiempos revolucionarios nos remite a El Gran Pánico de 1789, el estudio pionero del historiador francés Georges Lefebvre sobre las noticias e historias que corrieron en la campiña gala durante la Revolución francesa. El sujeto histórico sobre el que escribe Scott nos recuerda a otro gran clásico: The Making of the English Working Class escrito por el historiador inglés Edward Palmer Thompson para quien la clase trabajadora era un fenómeno histórico que existía producto de la experiencia compartida de una colectividad y determinada ampliamente por las relaciones de producción en las que estaban envueltos. De esta manera Julius Scott se ocupa en The Common Wind de analizar la forma en la que la colectividad de las “gentes sin amos” que incluía a esclavos africanos, cimarrones, marineros europeos, angloamericanos y de “color”, artesanos de los puertos caribeños, mujeres del servicio doméstico y desertores de los ejércitos coloniales crearon una “tradición móvil” en el espacio colonial atlántico y con ello redes de información que alimentaron la oposición al sistema colonial antes, durante y después de la Revolución haitiana.

El autor toma un fragmento del poema que William Wordsworth escribió referente a Toussaint L’Ouverture (“There’s not a breathing of the common wind / That will forget thee”) para intitular su estudio y que captura bien el proceso a través del cual las noticias de la revolución francesa y haitiana se transmitieron y permitieron a los revolucionarios afroamericanos crear una “tempestad” en los dominios coloniales.

A lo largo de los cinco capítulos en los que se encuentra dividida la obra, Scott nos muestra la forma en la que la circulación de noticias y rumores permitieron que las ideas de libertad y emancipación que se discutían en los cerrados espacios de los parlamentos metropolitanos fueran discutidas también en los espacios construidos por las “gentes sin amos” del espacio atlántico. De esta forma, las noticias de la revolución estadounidense; las discusiones sobre la abolición de la esclavitud; las ideas de “libertad, igualdad, fraternidad” de la Revolución francesa y los eventos de la gran rebelión de los esclavos en Santo Domingo fueron conocidas y reflexionadas a través de “picantes” historias y anécdotas contadas en los mercados y muelles de los puertos atlánticos, en las aldeas de esclavos de las plantaciones azucareras y en los camarotes de las tripulaciones de las naves de esclavos. Los activistas afroamericanos que luchaban por la libertad en ese espacio atlántico llegaron incluso a controlar estos rumores y noticias para desencadenar rebeliones y motines en contra del sistema colonial.

En diferentes momentos, el autor hace énfasis en dos cosas que también llevaron consigo los encargados de propagar las noticias y rumores de libertad y rebelión: rituales y cultura material revolucionaria. La Revolución francesa había traído una gran variedad de rituales que hacían énfasis en los nuevos valores de libertad, igualdad y fraternidad. Solo entendiendo la potencia y el impacto de tales rituales podemos entender también la preocupación que despertaban los cantos en público de La Marseillaise y Ça Ira entonados por jacobinos franceses en la Luisiana. En el preámbulo de la obra, Scott nos da la muestra de la importancia que los símbolos y rituales revolucionarios tendrían en la propagación de las ideas de libertad. Si la sola presencia de los marineros libres de “color” causaba una profunda impresión entre los esclavos de los puertos caribeños, igual impacto podrían causar los lemas revolucionarios que los soldados franceses habían bordado en sus banderas en 1792 cuando se preparaban para abordar las naves que los llevarían a los dominios del Caribe.

“Vive libre o muere” era un lema que podría ser interpretado peligrosamente en las colonias basadas en el trabajo esclavo, por lo que el Marqués de la Salle, comandante de la expedición, aconsejó a sus soldados cambiar la frase; de la misma manera, como símbolo de una nueva era no sería un “Árbol de la Libertad” el plantado en suelo colonial sino un “Árbol de la Paz”. Las historias narradas por Scott revelan la paradoja de que las ideas revolucionarias viajaban con velocidad a través de aquellas personas que recorrían el espacio atlántico para asegurar el funcionamiento del orden colonial: entre otros grupos las fuerzas armadas. Scott retoma la experiencia de los militares negros y mulatos de Haití que lucharon bajo la bandera francesa y vieron de primera mano la revolución estadounidense y que serían posteriormente “líderes de la lucha por la libertad de Santo Domingo”. Las noticias de la rebelión haitiana en los territorios coloniales españoles se difundieron rápidamente a raíz de la inusual alianza entre grupos de rebeldes haitianos y la Corona hispana. Los revolucionarios atlánticos propagaron la “excitación revolucionaria” y las ideas de emancipación también a través de impresos y panfletos que bien eran llevados por los mismos marineros o reproducidos en gacetas locales en lugares como Trinidad o los puertos atlánticos estadounidenses. En Santo Domingo, la Corona llegó a proscribir la imprenta en 1788 para evitar que la “flama de la libertad” alcanzara las colonias.

La gran contribución de Scott – que pone también el mérito en la apuesta de Verso para publicar esta obra a pesar de haber pasado ya más de tres décadas – no solo radica en la habilidad del historiador estadounidense para leer a contrapelo fuentes de archivo de diferentes países y continentes y así revelarnos un mundo al cual parecía imposible acceder, como es el de la forma en que los rumores y noticias de emancipación fueron propagados por los revolucionarios afroamericanos. Su gran contribución radica también en la posibilidad que nos da de seguir interrogando a los procesos revolucionarios desde la experiencia de la gente común para pensar nuestras realidades actuales: si los poderes imperiales de la época aplastaron las rebeliones y motines que los rumores y noticias propagadas por la red construida por las gentes sin amos hicieron posible, Julius Scott rescata sus voces y experiencias para interpelarnos hoy en el presente sobre la posibilidad de construir una vez más un horizonte político que continúe con la tradición radical en contra de la desigualdad, la injusticias y el anhelo de libertad y que vaya más allá de fronteras, idiomas y etnias.