ANDRÉ BRETON Y LOS DATOS FUNDAMENTALES DEL SURREALISMO

Imagen de cubierta: ANDRÉ BRETON Y LOS DATOS FUNDAMENTALES DEL SURREALISMO
Precio: 20,00€
Sin stock, sujeto a disponibilidad en almacenes.
Editorial: 
Coleccion del libro: 
Idioma: 
Castellano
Número de páginas: 
376
Dimensiones: 200 mm × 130 mm × 0 mm
Fecha de publicación: 
2009
ISBN: 
978-84-935618-5-7
Traductor/a: 
ZAPATA SANTAÚRSULA, ÁNGEL LUIS

Lo que normalmente llamamos la vida no es más que el lado mediocre de la realidad. El hombre desespera porque desconoce el otro lado de la existencia ?infinitamente más vasto y más bello?, bien porque lo ignore, bien porque lo crea inaccesible.
El rasgo más característico de la civilización moderna es que nunca como hasta ahora el hombre se había enclaustrado tan rigurosamente en el interior de la vida banal. Con ello, se ha llegado a considerar las apariencias ordinarias como los límites de lo real. Igual que la zorra de la fábula, el hombre moderno se enorgullece de un supuesto positivismo que considera liberador ?mientras que en realidad no representa más que una automutilación?; y si a pesar de ello no consigue impedirse sentir a veces, en el fondo de sí mismo, los impulsos del misterio cósmico del que procede en su origen, ahoga estas llamadas tomándolas por algo absurdo. Así las cosas, la aparición del surrealismo en el país de Descartes y de Voltaire, en el seno de un mundo abastecido por las filosofías abstractas, las artes clásicas, la mentalidad burguesa y las economías productivistas es un fenómeno extraordinario. El surrealismo es, en efecto, una revuelta radical contra esta civilización. No se conforma con exigir una revolución intelectual y artística; quiere también una revolución social y ?sobre todo? una liberación total de lo humano.
Lo que equivale a decir que desborda por todas partes los marcos conceptuales de sus adversarios, e incluso los medios provisionales de los que haya podido servirse en cada una de sus etapas. El fin supremo del surrealismo no puede ser otra cosa que una satisfacción plena, concedida a esta sed apasionada de liberación total.

Para el hombre que lo observa desde fuera, el surrealismo es un monstruo absurdo. Para quien ha sabido penetrar en él, en cambio, es la más extraordinaria de las revelaciones humanas. El primero cree ostentar el monopolio del buen sentido. Pero el segundo se embriaga al entrar en los mundos inexplorados de la surrealidad; es decir: no en lo irreal, sino en el corazón de lo real. El surrealismo es ante todo una inmensa fuerza de ruptura. No se llega a él por el camino de los exámenes, sino por una mutación brusca del espíritu, que de golpe trastorna todas las formas conocidas de pensar y sentir.
Esto no significa que el surrealismo sea una apuesta absurda, como lo han pretendido a veces sus detractores, sino más bien que no acaba de ajustarse al lecho de Procusto de sus ideas. Que no se suponga tampoco que no es posible para todos operar esta indispensable mutación mental. Todos los hombres pueden ?si lo desean así? localizar en ellos un dominio interior por donde les sería dado penetrar en el lindero de los mundos surreales. Si ellos están ahora separados de estos mundos, es porque antes estuvieron separados de ellos mismos, cercenados de su propio dominio secreto. Comprender el surrealismo tal vez no es otra cosa que comprenderse a uno mismo. Pero esto no es posible más que a condición de practicar una brecha profunda en el muro construido por la educación clásica y racionalista, que nos separa ridículamente de nuestro ser.
En todo caso, el surrealismo es una experiencia humana y toda experiencia humana tiene un sentido. Este sentido es el que ahora vamos a tratar de esclarecer.