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Nada se rompe como un corazón, una canción que antes de Mark Ronson escribieron Lorca, Fonollosa, Guinda, Gil de Biedma, Cernuda. Gamoneda. Nada se rompe como un corazón, y antes de eso está el paso del tiempo como un mapa que se pliega y coloca juntas llanuras lejanas. Así la edad, como si hubiera pasado una vida y apenas nada, los poemas de Cover son amor, tiempo, abismo. No se agotan porque son los motores desde los que escribivimos. No me atravería a este juego de palabras si no fuera en Ignacio Escuín Borao, que es también Nacho Escuín, una constante la relación de la vida y la literatura, y de la vida y su escritura, y de su vida y la poesía. No me atrevería a entrar en este tópico que parece desgastado sino fuera porque pocas veces he visto tanta coherencia vital en el entreverar ambas. Y si no fuera porque estamos ante su mejor libro de poemas hasta la fecha sin duda alguna.
Del epílogo de Sofía Castañón