El colonialismo interno como concepto y práctica de debate en la izquierda latinoamericana.

Esta edición reciente de la editorial Traficantes de Sueños (2022) de tres textos independientes sobre el colonialismo interno focalizado en Bolivia ensayado por Luis Tapia, recupera la plena utilidad y vigencia que este concepto en pleno siglo XXI para comprender las sociedades latinoamericanas y sus proyectos político-económicos, a la vez con profundas implicaciones sociales, culturales y medioambientales. Un aporte realizado por este filósofo y analista político boliviano vinculado con la gestación del movimiento progresista de Evo Morales, el cual, sin embargo, revisa críticamente a posteriori por no haber modificado y, por el contrario, agudizado, características centrales del colonialismo/colonialidad en su ejercicio del gobierno nacional. Más allá del contexto boliviano y andino, la relevancia del texto se inscribe en el marco de debate al interior de la izquierda latinoamericana y sus tensiones respecto a sus proyectos político-económicos en el contexto de la actual globalización neoliberal y el neoextractivismo como dinámica neocolonial.

Colonialismo interno: un concepto de raíz histórica forjado desde las modernizaciones nacionales

Ante el aporte sustantivo que han significado la colonialidad – poscolonialidad y el profundo desarrollo sociohistórico que ha tenido desde América Latina en las últimas tres décadas, el abordaje acerca de las caras intranacionales de la colonialidad juega un papel absolutamente fundamental hacia la comprensión del equilibrio de lo externo/internacional de lo colonial, que es donde se ha focalizado el análisis, respecto a sus profundas y determinantes manifestaciones internas.

Autores como Pablo González-Casanova acotaron el concepto ya en los 60s que, sin embargo, no ha contado con un desarrollo al mismo nivel que el de la colonialidad enfocada como fenómeno externo. Los aportes sobre el tema en ese primer sentido han sido muy significativos a través de múltiples autores y desde diferentes enfoques, pero solo algunos de ellos lo logran conectar satisfactoriamente a sus múltiples traducciones y actuaciones desde los marcos nacionales internos. Sobre todo, desde la perspectiva de evitar la tentación de seguir externalizando la causalidad del fenómeno y esta quede, como ha sido lo más habitual hasta el momento en las ciencias sociales y humanidades, cómoda y plenamente situadas fuera de las “responsabilidades” latinoamericanas. Comprender la intensidad y transversalidad del arraigo de la colonialidad en nuestras propias sociedades en torno a los agentes y dinámicas que han permitido su desarrollo, resulta finalmente tan relevante como el de su funcionamiento organizado desde los centros internacionales de poder. Tal cual ocurre entre modernidad y colonialismo, como dos caras de la misma moneda, acontece entre las caras interna y externa de la colonialidad. Valiosos conceptos como los de colonialidad del saber, poder y del ser propuestos por Aníbal Quijano, o la ecología de saberes de Boaventura Santos, constituyen en mayor medida esfuerzos por dar continuidades explicativas a cómo un fenómeno con origen claramente externo pero protagonizado en los territorios coloniales, se forja y arraiga profundamente a la dinámica política y sociocultural de las sociedades y territorios donde se produce y desarrolla.

Es significativo, como esta “recuperación” del concepto, al menos en Bolivia, vino de la mano del movimiento indígena katarista que, tal cual en otras latitudes latinoamericanas como especialmente México con el zapatismo o, Ecuador, ha protagonizado en el país andino algunas de las más importantes reflexiones y prácticas superadoras de los esquemas coloniales. Así, la definición básica que el movimiento y sus intelectuales dieron del colonialismo interno es el de “las relaciones de discriminación y dominación de una cultura sobre otras o la organización de relaciones sociales bajo el supuesto de que la cultura de origen colonial y luego la cultura moderna capitalista, liberal en particular, es superior que las culturas existentes en estos territorios (Tapia, 2022; 196)

Desde esa base, Tapia radiografía el fenómeno desde diferentes perspectivas. Conviene aclarar desde un inicio la superación de la connotación étnico-racial más identitaria (el indígena vs el criollo) para avanzar al contraste de proyectos y modelos (capitalista, o el de las comunidades y nacionalidades indígenas) que implica a todo tipo de sujetos, mucho más allá de factores como el color de la piel u otros similares. En ese sentido, su análisis huye de esencialismos para tratar de comprender las dinámicas en torno a las relaciones de poder que desde entonces se conforman contextualmente; de hecho, más allá de que el autor no lo explicite, corresponde a la propuesta interseccional de visualizar a los individuos atravesados por múltiples ejes de desigualdad que los encarnan, pero no de ninguna de las identidades que se puedan construir desde ellos. De ahí la aclaración en el libro de personas de origen indígena que pueden encarnar proyectos profundamente capitalistas, ante otros que optan por uno contrario, e igualmente desde personas mestizas, blancas o cualquier origen étnico. Ya Fernando Mires sistematizaba para análisis históricos de procesos revolucionarios andinos como el de Tupac Amaru o la propia revolución boliviana de 1952, esa multiplicidad de los actores étnicos en diferentes posturas, capaz de superar la mirada simplista de los identitarismos esencialistas.  Así, lo aclara Tapia: Con criollo no se quiere hacer referencia al origen étnico y cultural de los gobernantes, sino al carácter de las relaciones sociales y políticas que organizan y reproducen (p.197). Una vez aclarado eso, sostiene y analiza históricamente la conformación del colonialismo interno como secuencia desde la colonia hasta el presente:  El colonialismo interno articula el momento constitutivo de la conquista y la instauración de la dominación y transformación de las sociedades locales, la reproducción a lo largo del tiempo de las estructuras a través de las cuales se configuró el orden colonial y, sobre todo, la continuidad de la jerarquía cultural, social y política instaurada por el orden colonial, que continúa una vez que se producen los procesos de independencia y fundación de Estados más o menos modernos, más o menos liberales, en el continente (p.207).

En ese sentido, la especificidad del concepto para comprender las sociedades latinoamericanas estaría en su resultado como articulación del colonialismo y el capitalismo, tanto en tiempos coloniales como poscoloniales, incluida su adaptación al contexto neoliberal dominante actual. De especial utilidad resulta la caracterización que hace del colonialismo interno como constituido por elementos tan relevantes de nuestra realidad como: el extractivismo, el carácter externo y señorial del Estado y la forma jerárquica constitucional sin codecisión de gobierno, así como el racismo estructural (p.302). Las prácticas altamente extractivistas predominantes en la historia de los últimos 5 siglos y que determinan tan profundamente nuestras economías nacionales, tendrían un claro carácter colonial en oposición a sociedades agrarias predominantes en la época, aunque algunas imperiales; y de igual manera, la conformación social vertical y jerárquica que reproducimos cargada de racismos por las fisonomías diversas de sus heterogéneas composiciones étnicas.

Sobre el colonialismo interno en Bolivia en el siglo XXI y su fantasma en la región.

El nudo principal y actualidad de esta obra están, sin embargo, en su crítica-autocrítica centrada en el proceso gubernamental del Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia con Evo Morales y Álvaro García-Linera a la cabeza (que, sin embargo, no son explícitamente nombrados en la obra) en relación a la práctica de colonialismo interno. Para esta fundamentación recurre a ideas clave que desarrolla en los textos: por una parte, la sustitución del pueblo y, por otro, la construcción de lo que denomina como el Leviatán criollo entendido como un modelo de Estado fundamentado en elementos coloniales.

Resulta de especial importancia el tratamiento del ámbito sociocultural que se deduce acerca del colonialismo interno. A través de su conceptualización nos permite asomarnos a los arraigos en la dinámica social, cultural y mental de las sociedades latinoamericanas, sus instituciones e individuos; mediante términos como: estructuras culturales de desigualdad, servidumbre voluntaria, racismo estructural o monoculturalismo, entre otros, va dando cuenta progresiva de la articulación de lógicas y dinámicas de la colonialidad al interior de nuestros países. A diferencia de conceptos más políticos o ideológicos, estos en mi opinión, dan mejor cuenta de la construcción de una mentalidad e imaginarios colectivos profundamente colonialistas y racistas que han marcado nuestra historia y presente. Interpelan esas concepciones de negación e infravaloración de lo no occidental ampliamente extendido como dominante desde nuestras élites. El carácter profundamente monocultural de la construcción de nuestros estados-nación desde las “independencias” constituyó como pauta central, la invisibilización y no reconocimiento de los saberes y haceres de la diversidad de personas y comunidades que habitaban el territorio. Desde ello se deriva hacia conceptos muy utilizados y, por ello mismo altamente polémicos especialmente en los gobiernos progresistas andinos recientes, como son los de plurinacionalidad y multiculturalismo. En una dinámica dialéctica de avances y retrocesos del colonialismo interno, su recomposición en el presente siglo habría llegado a la instrumentalización de elementos ancestrales, incluso mencionados en la Constitución. El autor resulta tajante al respecto:  Por una parte, el gobierno se legitima sobre la base del lenguaje del “vivir bien”, el respeto a la Pachamama y lo comunitario; pero el núcleo duro de programa económico precisamente contradice esto. Implica destrucción del medioambiente y desequilibrios ecológicos (p.194). En esta contradicción flagrante, el gobierno en propuestas claramente extractivistas (carretera del TIPNIS afectando a múltiples comunidades y ecosistemas, o incluso, con alto simbolismo respecto a su colonialidad, la celebración del rally París-Dakar en territorio boliviano) ejercería la negación abierta de elementos clave como la posibilidad de autonomía y decisión de los pueblos indígenas en sus territorios que, por lo demás, jugaron papeles significativos en el desarrollo del movimiento y triunfo electoral del MAS. O como afirma, marcos gubernamentales de profundización y recomposición del colonialismo interno que protagonizarían la desorganización del autogobierno de los pueblos y comunidades (p.292).

Inspirado en René Zavaleta recurre al fértil concepto de la sociedad abigarrada que deriva de la colonia como aquella que conserva combinaciones y alta densidad producto de la mezcla desigual y altamente diversa. Guarda por lo demás, clara articulación con la cultura ch’ixi que propone Silvia Rivera Cusicanqui desde el mismo territorio, que ayudaría a la comprensión de sociedades y culturas coloniales o poscoloniales que, más allá de las asimetrías de poder entre las indígenas y criollas,  coexisten pero no se funden sino que antagonizan o complementan; en la misma línea de Tapia, pregunta por cómo lograr la descolonización desde una perspectiva radical, para afirmar que no es un discurso, si no que necesariamente esta pasa por el trabajo con los movimientos sociales, cuestionando aquellos enfoques decoloniales despolitizados, academicistas y/o que se quedan en el culturalismo (de este contexto el cuestionamiento al denominado pachamamismo como tratamiento de lo ancestral lejanos del debate y acción política). A la vez, desde una visión ampliada ello conecta directamente con esa articulación de los sistemas de dominación que señala B. Santos (2019) en que heteropatriarcado, colonialismo y capitalismo, junto a otros sistemas menos extendidos pero que operan localmente, estarían profundamente imbricados constituyendo sociedades poscoloniales atravesadas por múltiples y agudos ejes de desigualdad encarnadas en cada uno de sus sujetos. Tal cual, nos recuerda que el avance colonial de forma sistemática se fue produciendo en base a la desarticulación de las economías y sociedades locales, a la vez como sinónimo de oponer esa economía extractivista a la vida (2022; p.10). Como alternativas, las economías de la vida entroncadas a esa diversidad de culturas y procederes lejanos a los sistemas hegemónicos, constituyen los elementos a reconocer y poner en valor para no seguirlos desperdiciando (Santos, 2022).

Junto a conceptos críticos que permiten identificar la problemática en torno al colonialismo interno, el autor trabaja en torno a otros propositivos y de recuperación de elementos contrarios a su dinámica. Sin poderlos desarrollar alude a autonomías organizacionales, codecisión, autogestión, reconocimiento multicultural como propuestas sobre las que fundamentar alternativas al colonialismo interno.

El colonialismo interno en el debate de la izquierda latinoamericana sobre el desarrollo

Trascendiendo el caso boliviano que sirve como magnífico ejemplo en la medida que constituye de facto uno de los países más plurinacionales y de mayor producción política del continente, el aporte de la obra se relaciona también con la posibilidad de analizar el fenómeno, tanto en otros países de la región como, por otra parte, observar que su problemática la podemos observar en el debate actual de la izquierda latinoamericana.

Respecto al primer aspecto, vemos como hablar de gobiernos progresistas resulta orientador; sin que el autor lo aborde como tal, podemos identificar ya en el concepto el seno de la problemática. Los pesados conceptos modernizantes del progreso, el desarrollo y el crecimiento sobre los que se elaboraron las propuestas racionalistas derivadas de la modernidad instrumentalizadoras y cosificadoras de la naturaleza, además de mercantilizadora en el caso capitalista, podemos claramente identificarlas con el legado colonial-imperial. No en vano, el mito del desarrollo infinito y el productivismo, como sinónimos de progreso son parte del pesado lastre colonial que arrastramos en nuestro pensamiento y accionar y, de cómo nos situamos en el mundo en relación a ello (solo como muestra: la carga en nuestros imaginarios latinoamericanos de ser considerados subdesarrollados capitalistas). Un mito que, tal cual explicita Tapia, aparece claramente ligado al extractivismo como forma fundamental de nuestras economías y que el colonialismo interno sigue expandiendo, también desde gobiernos progresistas. De hecho, es significativo cómo vincula estrechamente los desarrollos del colonialismo interno con el del neocolonialismo que opera a escala globalizada neoliberal en marcos actuales de reprimarización de las economías periféricas. La siguiente cita no deja lugar a dudas: La configuración del colonialismo interno es coetánea a la articulación del neocolonialismo, esto es, a la organización de un sistema mundial o cuasi mundial en la que una parte importante de la producción que se hace en el seno de los países independizados de la metrópoli colonial está orientada a alimentar el consumo, la producción y la acumulación capitalista en otros centros, en principio europeos y luego en Norteamérica (p.253).

Respecto al debate en la izquierda latinoamericana, del que también formaría parte el colonialismo interno, encontramos señales claras en el último tiempo. Existe una izquierda que, cuando en las duras disputas con la derecha oligárquica, logra llegar al poder, centra su gestión especial y casi exclusivamente en la redistribución de los recursos ante nuestras sociedades tan profundamente desiguales (las más del mundo y ello guarda estricta relación con el colonialismo externo e interno). Se trata de un modelo que, sin embargo, inevitablemente reproduce lógicas históricas en la medida que se olvida, tanto de la sustentabilidad de la naturaleza en nuestro mega-diverso continente, tal cual que de la diversidad de propuestas de los pueblos ancestrales y otras comunidades de contemplar precisamente lógicas no extractivistas de la producción. Corresponde al debate de la izquierda latinoamericana que Svampa (2022; 139) identifica como la contradicción, cada vez más aguda, entre narrativas políticas descolonizadoras como son la nacional-desarrollista y la indianista. Respecto al debate de este libro, ambas tendrían posturas muy diferentes respecto a su relación con el neoextractivismo y el vínculo con los movimientos sociales, más allá de otros. El vínculo que señala Tapia con el primer aspecto, así como el no diálogo real con esos movimientos, sitúan a la primera opción como progresivamente orientada en una práctica del colonialismo interno.

Cabe señalar que realmente son solo incipientes y minoritarias las prácticas en América Latina, aunque vigentes, como las caracolas zapatistas, múltiples experiencias comunitarias (indígenas o no) incluidas las del movimiento katarista en Bolivia; a escala nacional, se inscribe la propuesta de Gustavo Petro señalara en su programa claras iniciativas superadoras de ese extractivismo. Constituye sin duda, un debate de inmensas proporciones e implicaciones (¿se puede prescindir del extractivismo? ¿cómo organizar esas transiciones? etc.) pero que, ante las evidencias sociales y ambientales de la inviabilidad de ese modelo, comienzan a ser seriamente planteados desde movimientos sociales y comunidades a través de sus prácticas, así como desde cierto pensamiento crítico. Los giros feministas, anticoloniales, ecológicos como partes de un todo integral que plantean la superación de los actuales modelos insustentables y antidemocráticos, están reorientando la construcción de alternativas plurales y sustentables basados en el cuidado y la vida desde la pluralidad de saberes y vivencias.

 

Referencias

- Mires, F. 1988. La rebelión permanente. Ed. Siglo XXI. Ciudad de México.
- Rivera-Cusicanqui, S. 2018. La cultura ch’ixi es posible. Ed. Tinta Limón. Buenos Aires.
- Santos, B. y Cunha, T. 2022. Economías del Buen Vivir. Contra el desperdicio de las experiencias. Ed. Akal. Madrid.
- Santos, B. 2019. El fin del imperio cognitivo. Ed. Trotta. Madrid.
- Svampa. 2022. Ciclos políticos y conceptos-horizonte en América Latina: 2000-2016, (135-161) en Santos, B. y Cunha, T. Economías del Buen Vivir. Contra el desperdicio de las experiencias. Ed. Akal. Madrid.
- Tapia, L. 2022. Dialéctica del Colonialismo interno. Ed Traficantes de Sueños. Madrid.