Un mundo común.

Guerra y crisis. Parece que los horizontes distópicos se hacen cada vez más presentes, casi son ya el único horizonte. Las preguntas sobre qué es una verdadera vida, casi sobre qué es la propia vida se desavanecen como sinónimo de pura supervivencia.

Así, los futuros alternativos aparecen demasiado lejanos o fuera de nuestras posibilidades. Palabras clave como utopía o esperanza se tornan vacías ante el apocalipsis y la destrucción garantizada. Pero, si no se trata de construir mundos utópicos o esperanzas fuera de nosotros mismos, sino -como señala Marina Garcés- de “desmontar el dogma apocalíptico” ¿cuáles son las herramientas para hacerlo?

Revertir este supuesto final ineludible significa retomar la disputa política, impugnar el mundo y volver a preguntarnos por el deseo común que nos permita volver a imaginar un nosotros.