“El sucio secreto de la acumulacion infinita por parte del capitalismo es que no paga sus facturas”

Isidro López Es miembro de la Fundación de los Comunes. Traducción de Vicente Rubio-Pueyo
 

La pandemia del covid-19 ha acelerado una sensación de fin de época que la crisis financiera y la crisis climática habían prefigurado. No se trata únicamente de una transición de una fase del capitalismo a otra, sino del “desmoronamiento de las estrategias y de las relaciones que han sostenido el capital durante los últimos cinco siglos”, como sugiere Jason W. Moore en la introducción de El capitalismo en la trama de la vida (Traficantes de Sueños, 2020). Este historiador medioambiental y economista político defiende el análisis de la unión dialéctica entre capitalismo, poder y naturaleza como herramienta para abrir nuevos horizontes.

El sociólogo Isidro López entrevistó a Moore en el contexto del curso Capitalismo verde y otros mundos posibles, producido por La Hidra Cooperativa. Para facilitar su lectura, se ha editado ligeramente una entrevista que se hizo mediante videoconferencia.

¿Cómo empezaste a interesarte en las relaciones entre capitalismo y naturaleza, o entre economía y ecología? ¿Cómo te interesaste en ambas cosas y en sus relaciones mutuas?
Crecí en el Noroeste Pacifico, en Oregon, durante los 70, 80 y hasta los primeros 90, cuando me gradué de la universidad. Eran tiempos políticamente muy intensos. Crecí en la izquierda comunista. Así que, para mí, las cuestiones de justicia de clase, de la dignidad y poder de la clase obrera, eran fundamentales. En Oregon pegó fuerte la segunda ola del ecologismo, y por eso el conflicto entre economía y medio ambiente estaba en primera línea de nuestro discurso político. Lo que veía aquellos años era una división en la izquierda entre, por un lado, cuestiones de clase y laborales y, por otro, cuestiones medioambientales (aunque, como nota al pie, no estoy seguro de que entonces el ecologismo tuviera un ala izquierda como tal) y, en tercer lugar, movimientos contra el imperialismo, especialmente contra el apoyo estadounidense a los regímenes de las escuadras de la muerte en Centroamérica, que en realidad es también una cuestión laboral y medioambiental. Sin embargo, ninguna de estas cuestiones se pensaban como realmente conectadas de una manera significativa. Eso es lo que empecé a hacer en la universidad. Tuve la suerte de conocer a un intelectual tan dinámico e importante como John Bellamy Foster, que compartía también esta perspectiva acerca de la interconexión entre el ecologismo, la clase, y el anti-imperialismo. Y así tuve la suerte de empezar a hacer preguntas que se cruzaban entre esos movimientos políticos, sociales e intelectuales: los límites del imperialismo, la clase y el capital, y la trama de la vida.

En El capitalismo en la trama de la vida insistes en que debemos terminar con esa división entre naturaleza y sociedad que nuestro pensamiento mantiene desde hace al menos dos o tres siglos. Sostienes que esa división es especialmente perjudicial para nuestra ecología política, ¿cierto?
El argumento central del libro es en realidad doble. Por un lado, trata de frente las cuestiones epistemológicas y filosóficas relativas a esa supuesta división entre civilización y barbarie, que hoy en día ha sido reformulada como entre sociedad y naturaleza. Lo pongo en estos términos porque estos conceptos son fundamentales en el auge del capitalismo. Esto es, toman forma durante el auge del capitalismo y a causa del auge del capitalismo. Cuando digo capitalismo, no me refiero a unos tipos ingleses muy listos con su carbón y sus máquinas de vapor en el siglo XVIII. Me refiero a 1492, a la conquista ibérica de las Américas, y a los subsiguientes genocidios y transformaciones del continente. En los imperios ibéricos, y especialmente en el español, predominaba el principio del instrumentalismo metafísico, que sostenía que los pueblos indígenas debían obedecer a los cristianos españoles, del mismo modo que estos, y otros súbditos cristianos, debían obedecer a Dios. En otras palabras, los pueblos indígenas, como el resto de la naturaleza, eran considerados naturaleza imperfecta. En esta cuestión estoy en deuda con el trabajo de Orlando Bentancor. Esos son los orígenes de la gran división entre civilización y barbarie. Ahora bien, como puedes imaginarte, esas no eran cuestiones puramente epistemológicas. No son cuestiones meramente académicas o interpretativas. Son lo que llamo “abstracciones rectoras”, una idea que tomo de Sohn-Rethel y otros sobre la abstracción real: que el valor bajo el capitalismo es una abstracción real que toma una vida propia que no es real, pero que se instala en la realidad. Bien, civilización y barbarie se convirtieron en el conjunto dominante de abstracciones rectoras: abstracciones que eran cruciales para el dominio burgués e imperial desde el comienzo mismo del capitalismo. Y en mi opinión, esto es lo que los críticos de la perspectiva de la ecología-mundo no han sabido ver: que la estructura intelectual de la oposición civilización/barbarie era en sí misma una herramienta conceptual, pero también práctica y política, en manos de los imperialismos y de las burguesías emergentes de la época.

Dicho de otro modo: mirar el mundo en términos de naturaleza/sociedad no solo implica mirarlo como un imperialista, sino que implica de hecho reactivar desde el principio el mismísimo aparato epistemológico y político del imperialismo.

¿Cuál es el otro argumento central?
El otro argumento, que mucha gente parece no haber entendido, es que la historia importa. Es algo que también he argumentado con Raj Patel en nuestro libro Historia del mundo en siete objetos, así como en multitud de entrevistas y artículos. Lo que decimos es que tenemos que entender la historia del capitalismo no solo como una teorización abstracta, sino comprender sus orígenes y desarrollo a través de cómo el poder, la producción y la reproducción se articulan en la trama de la vida. Por decirlo de otro modo: nuestro proyecto consiste en incorporar la lucha de clases mundial existente bajo el capitalismo a la trama de la vida e incorporando también las estructuras de dominación y poder. Así, por ejemplo, cuando hablo de Capitaloceno no estoy hablando simplemente de un mercado mundial abstracto, o de una dinámica de acumulación de capital abstracta. Estoy hablando también de las estructuras de dominación que hacen todo eso posible: la linea de color mundial, el patriarcado globalizador, y esa idea prometeica de la sociedad, por la que la sociedad domina la naturaleza y puede hacer lo que quiera con ella.

Creo que tu libro puede entenderse como un gran legado de la teoría del sistema-mundo. Por supuesto, tu introduces variaciones en ella, porque tu punto de partida es diferente del de Arrighi y Wallerstein, y hablas de la “ecología-mundo”. ¿Cómo has ampliado el concepto de ecología, y cuáles son las implicaciones de esa ampliación?
La conversación en torno a la “ecología-mundo” involucra a artistas, activistas, organizadores y académicos de muchas disciplinas. Creo que lo principal es generar modos de conocimiento capaces de explicar la presente crisis del capitalismo, que es, entre otras cosas, una crisis climática, entendida no solo como el momento geofísico de crecientes concentraciones de dióxido de carbono y gases de efecto invernadero en la atmósfera, sino también un momento de crisis epocal, y un momento de lo que yo llamo crisis de la división climática de clase, por la que unas pocas personas poseen tanta riqueza como los 3.600 millones de personas más pobres del mundo. Es un apartheid climático, un patriarcado climático. Toda esta teorización, sorprenda o no, proviene de la obra de Immanuel Wallerstein, aun adaptada de manera dinámica. Para mí Wallerstein es el primer historiador marxista en entender que los cambios climáticos de la Pequeña Edad de Hielo a partir del siglo XIV fueron un factor significante, decisivo en la crisis del feudalismo. Esto es cierto incluso teniendo en cuenta que Marx y Engels, en su esquema del materialismo histórico, un siglo antes que Wallerstein, ya habían insistido en que debemos partir de las bases naturales del cambio climático en otras cuestiones geográficas de la trama de la vida, y como los humanos creamos sociedades de clases y modos de producción a través de la trama de la vida

Lo que la ecología-mundo intenta hacer es anteponer sobre todo las cuestiones de dominación: el racismo, el sexismo, el imperialismo, y otras formas de dominaciones están estrechamente imbricadas en la acumulación de capital. Y por eso aparece la dinámica del abaratamiento en un sentido de dominación, de devaluación. Por ejemplo, del trabajo de las mujeres. Pero lo que nuestra teoría intenta también es señalar cómo todos esos momentos de dominación y de estructura de clase y de lucha de clases están interconectados entre sí, y también con tramas de vida definidas, por adentro de las tramas de la vida. En otras palabras, tenemos estos tres momentos: de dominación, del poder de acumulacion del capital y de la clase, y de la trama de la vida. Todos están entrelazados entre sí. Se co-producen uno a otro en la trama de la vida, ya que todos necesitamos vivir, respirar, comer, y hacer entrevistas por zoom.

La “Naturaleza barata” y “los cuatro baratos” es una manera de formular una idea que proviene de cierta tradición marxista, en la línea de Rosa Luxemburg y otros, que redefine la acumulación primitiva, que ya no seria un momento singular en la historia, sino algo que está ocurriendo continuamente. Esto es, que siempre tiene que haber algo externo al capitalismo que pueda continuamente alimentarlo. La desposesión y la producción siempre van de la mano, no pueden separarse. La economía y el poder van siempre de la mano. Y precisamente por esto, podemos pensar realmente en muchas alianzas posibles entre diferentes movimientos hoy en día. Pero, ¿podrías extenderte un poco en este concepto de los “cuatro baratos”, de “naturaleza barata”, “trabajo barato”, etc.? ¿Qué significan y cómo conectan diferentes concepciones políticas que parecen todavía un tanto separadas entre sí?
El argumento de que el capitalismo es un sistema de “naturaleza barata” tiene dos registros, como ya he sugerido antes. Uno es “barato” en el sentido de “devaluado” en inglés. Me encanta la traducción alemana de mi libro con Raj Patel porque precisamente usaron la palabra “devaluación”. Así que hay una idea de “barato” en un sentido ético, político y cultural que apunta a la dominación y a la devaluación del trabajo. Por ejemplo –por citar a Maria Mies– del trabajo de las mujeres, de la naturaleza, de los territorios colonizados. La esencia del capitalismo como sistema de dominación es precisamente devaluar las vidas y trabajos de los seres humanos y del resto de la naturaleza para facilitar la acumulación de capital: si un capitalista puede pagar a un trabajador un dólar por hora en vez de diez dólares, logrará mayores beneficios, será capaz de explotar plusvalor de una manera mucho más efectiva. Esto nos lleva a un concepto más antiguo en la izquierda. Y de hecho, un brillante intelectual en lengua española, cuyo nombre se me escapa ahora, escribió sobre la llamada “superexplotación”. En la tradición anglófona es un poco diferente: la superexplotación se entiende como la manera en que las dinámicas del racismo, el sexismo y el colonialismo inducen un incremento adicional del trabajo no pagado y del plusvalor, lo que habilita una infinita acumulación de capital.

Ese es un momento de la argumentación en torno a la “Naturaleza barata”. El otro momento sería, por supuesto, el del abaratamiento del precio, no para ti o para mí, claro, sino para el 1%. Esto incluye los “cuatro baratos”: trabajo, alimentos, energía y materias primas. Cada una de las grandes olas de acumulación capitalista desde el siglo XVI hasta el presente ha dependido de una expansión significativa de la alimentación, la energía, las materias primas y el trabajo, así como de un abaratamiento significativo de todos esos elementos cruciales de la producción. Ahora bien: este argumento no es sin embargo una simple historia medioambientalista de degradación y agotamiento. Por supuesto, toda vida, incluida la humana, puede ser agotada y degradada en un sentido físico. Pero aquí estamos hablando de cómo esta cualidad del abaratamiento se convierte en un campo de batalla, en un significante de la lucha de clases mundial que, por supuesto, debe ser conceptualizada en términos más allá de la vieja oposición entre proletariado industrial y burguesía. Y esto es algo central a los argumentos de la ecología-mundo: que el capitalismo consiste en realidad en movilizar trabajo en una diversidad de formas a través de la frontera entre trabajo asalariado y no pagado. Y para nosotros, eso apunta directamente al nudo estratégico de la dominación de las mujeres: que el capitalismo no tiene que pagar los costes de su propia reproducción. Ese es el sucio secreto de la acumulación infinita: que no paga sus facturas.

¿Puedes hablarnos de esta división entre capitalismo y Antropoceno?
El problema del concepto de Antropoceno es que concierne directamente a vidas humanas. Empieza con un argumento teológico especializado acerca de los llamados “picos dorados” o señales estratigráficas en las capas de la corteza terrestre. Y creo que ese es un campo de conocimiento valioso, importantísimo y de hecho indispensable. Sin embargo, cuando los seguidores del Antropoceno se ponen a usar un concepto geológico y científico para entender la historia humana, lo que hacen es directamente invocar el espíritu de Malthus. Lo que Malthus hacía era precisamente reducir todas las cuestiones de la lucha de clases, la desigualdad y por supuesto las revueltas proletarias y anticoloniales que estaban surgiendo a ambos lados del Atlántico en su época, reducirlo todo al problema del Hombre contra la Naturaleza. El malthusianismo siempre reaparece en momentos de profunda proletarización y revuelta en el mundo. Primero a finales del XVIII. Es la era de las revoluciones en Haití y Francia, de la rebelión de Shays, de mucha organización de clase obrera proto-socialista, como el llamado radicalismo spenceano en Inglaterra, por no mencionar la revuelta irlandesa, el gran miedo de la clase dominante inglesa. Malthus venía a canalizar ese miedo de la clase dominante británica en ese momento. Este pensamiento, este uso de la ciencia y de la filosofía natural en el ámbito de los asuntos humanos se produce de nuevo a partir de 1883 con la eugenesia. Y la eugenesia aparece como una ideología de gobierno científico por todo el mundo capitalista avanzado, en un momento en que está caracterizado precisamente por una inmigración masiva. Especialmente en EE UU, que recibía inmigrantes de Europa del Este y del Sur, que no eran considerados civilizados, ni apropiados para la “buena sociedad”, ni blancos. Representaban un peligro real para la República Blanca Americana en aquel momento.

Parece que ese pensamiento siempre vuelve.
La eugenesia ha tenido una larga historia, que solo ha sido proscrita tras el Nazismo y su destrucción por la Unión Soviética en 1945. Y aparece de nuevo en 1968 con Paul Ehrlich y su libro La bomba demográfica, una referencia con la que el pensamiento del Antropoceno está directa e inmediatamente en deuda. Así es como se borran los problemas de justicia de clase y de lucha de clases mundial y las revueltas anticoloniales en favor de la problemática del Hombre, la Naturaleza, y la población. Así, todo el problema de las luchas anticoloniales y proletarias del planeta se disuelven en el éter de la bomba demográfica y del pensamiento malthusiano. Lo que todas estas expresiones tienen en común es esencialmente una versión de lo que el famoso antropólogo James Ferguson ha llamado “la máquina anti-política”. Ocurre lo mismo con el Antropoceno, o digamos con el Antropoceno más popularizado. El Antropoceno no geológico es una máquina anti-política diseñada para contener las crecientes fracturas de clase en el mundo, y la revuelta que ha venido larvándose y desarrollándose desde hace ya más de una década, estallando por todo el mundo en respuesta a la crisis ecológica del mundo capitalista. Esto es, todas las múltiples fracturas en alimentación, poder, clima, pobreza y todo lo demás. Así que cuando miramos al Antropoceno, debemos fijarnos en estas viejas historias de lo que es esencialmente contrainsurgencia geocultural. Esto es: el uso de filosofías naturalistas y cientificistas que básicamente dejan impune al capitalismo de todos sus crímenes contra la humanidad y contra la trama de la vida.

Desde hace muchos años, casi desde principios de los 2000, hemos venido escuchando cada vez con más fuerza este mantra acerca del “nuevo capitalismo verde” en diferentes formas. Normalmente es también un cierto keynesianismo verde que, ahora mismo, no parece ofrecer una vía alternativa al capital, pero parece ser el único camino posible ahora mismo. Por supuesto, no sabemos si será así. Supongo que hay una gran diferencia entre los EE UU y Europa respecto a lo que representa un Green New Deal, entre como lo presenta la Comisión Europea y como se concibe en EEUU. En EEUU se concibe como un proyecto de izquierdas y aquí en Europa suena simplemente como otro programa tecnocrático más. Pero en cierto modo el Green New Deal me suena como un movimiento similar al del keynesianismo/fordismo incorporando a la fuerza de trabajo. Quiero decir que puede entenderse como una reacción a la desaparición del trabajo barato, o de la naturaleza barata en este caso. Pero parece que esa es la manera estrecha en que el capital ya ha reaccionado para moverse en esta crisis epocal. Está moviéndose en esa dirección y eso va a tener efectos en las formas de organizar nuestras sociedades. ¿Piensas que la ecología política, tal y como es ahora, está preparada para enfrentar eso? Porque como hemos visto hasta ahora, el debate de momento se ha centrado entre Green New Deal o decrecimiento, una disyuntiva que no ofrece ninguna alternativa desde el punto de vista del capitalismo, ¿no crees?
Cierto. De hecho, creo que el núcleo de verdad del decrecimiento es que responde directamente a la cuestión del estancamiento secular del capitalismo. No solo en términos de la acumulación global de capital y del crecimiento económico mundial, sino –como he venido sosteniendo desde hace algunos años– el presente estancamiento del crecimiento de la productividad agrícola, que es en parte una dinámica política, en otra parte un problema técnico con los herbicidas, y en otra parte más un problema climático. Y quizás de una manera más decisiva, la no aparición de una revolución de la automatización. En los setenta nos hablaban de que lo que nos esperaba en el futuro era un mundo de fábricas robotizadas. Sin embargo, lo que tuvimos fue la explotación de la maquila y de los talleres clandestinos. Y por supuesto, debemos pensar en aquel momento de los setenta, el gran momento de la socialdemocracia europea, y la influencia comunista, no solo en la Europa occidental, sino por todo el mundo. Y pensar también en todas las respuestas con que el capital confrontó todos esos proyectos socialdemócratas y socialistas de izquierda, que tuvieron un posible comienzo con el derrocamiento de Allende en 1973 por los EEUU.

Cuando pensamos las posibilidades de un Green New Deal de izquierdas, nos encontramos de lleno directamente en un terreno de confrontación inmediata con el capital. Las líneas de demarcación serán particularmente profundas, quizás todavía más que en los setenta. Recordemos que en 1974 y 1975 la economía mundial entra en un largo estancamiento, su crisis más importante desde la Gran Depresión. Y es precisamente en ese contexto en el que la contrarrevolución capitalista comienza a tomar fuerza. En algunos lugares fue relativamente pacífica, como en el caso del gobierno socialdemócrata de Olof Palme en Suecia. En otros sitios implicó la connivencia del MI6 en la caída del gobierno laborista de Wilson en el Reino Unido, y de la Reina de Inglaterra en la deposición del gobierno Whitlam en Australia. Pero en el Sur Global, esta contrarrevolución significó un terror desatado y sangriento por todas partes. Estos fueron los orígenes, como nos cuenta Naomi Klein, de la “doctrina del shock”. En otras palabras, estos oponentes del capital global y de las fuerzas imperialistas por todo el mundo fueron sometidos a constantes acciones de terrorismo de estado y tortura, a un reino del terror que se desató especialmente en Latinoamérica, pero no solo ahí. Indonesia es un ejemplo temprano en 1965, cuando los EE UU apoyaron el asesinato de tres millones de ciudadanos asociados con el Partido Comunista. Dicho de otro modo, tenemos que tener claro que en cuanto el capital entra en un momento de estancamiento prolongado de manera fuerte, y por tanto las posibilidad de acumulación de capital se ven limitadas más y más, se genera la clásica situación de suma cero que –como ha señalado la sociología hace tiempo- conduce a una revolución. Ese es el momento en que la clase dirigente no puede negociar su salida de la crisis, y los campesinos y trabajadores son incapaces de sobrevivir en su condición política presente. Ahí tienes una situación revolucionaria que debemos analizar.

¿De qué plazos hablamos?
No estoy diciendo que vayamos a estar todos en las barricadas mañana mismo, pero sí digo que si estamos hablando de políticas socialdemócratas, una versión de ellas termina en el acomodamiento con el capital. Y como has apuntado antes, a un régimen tecnocrático, muy posiblemente uno que refuerza la división climática de clases, especialmente a través de la cuestión de la “energía verde”. Y los billonarios y los fondos de inversión están preparados para un Green New Deal con una masiva inversión pública en esa llamada “energía verde”. Cuán verde es en realidad, es algo que merecería inspeccionarse. Pero la otra otra posibilidad es algo que realmente no se parecería en nada al New Deal de los EE UU en los años treinta, sino que sería un giro significativo hacia la colectivización y la desmercantilización de la reproducción social, especialmente en sanidad, cuidados de la infancia y educación.

Como Daniel Aldana Cohen y más gente han estado diciendo, se trata de reconstruir las ciudades, que son potencialmente –a falta de otra palabra– las mejores oportunidades para hacer la vida más sostenible mediante la implementación de grandes eficiencias socio-ecológicas. Así que en realidad hay dos Green New Deals. Uno consiste en el acomodamiento con el 1%, y finalmente su enriquecimiento. El otro en la conexión de todos los movimientos, ecologistas, indígenas, sindicatos, y muchos otros más hacia una confrontación directa con el capital.

La erupción del virus covid-19, en cierto modo, encaja perfectamente en los argumentos que desarrollas en El capitalismo en la trama de la vida. Pero, ¿estás realizando algún trabajo específico sobre cómo leer la nueva situación desde tu punto de vista sobre el capitalismo?
La verdad es que soy un pensador muy lento. Os haré una confesión a todos, y es que normalmente me cuesta entender eventos presentes mucho más que a algunos de mis brillantes colegas. Quizás suene a falsa modestia, pero la verdad es que en realidad para esto te recomendaría a colegas como Rob Wallace, quien ha sido, en mi opinión, quien ha articulado la explicación e interpretación de la crisis más sofisticada, desde una perspectiva epidemiológica enfocada en cuestiones de clase. También apunto, como siempre, a Mike Davis, que ha actualizado su trabajo de hace casi 15 años sobre la gripe aviar, un maravilloso librito, El monstruo llama a nuestra puerta. Aparte de ellos, la verdad es que estoy aprendiendo sobre el tema día a día, como todo el mundo. Pero creo que lo que apunté en 2015 en El capitalismo en la trama de la vida es que, ciertamente, vamos a ver llegar enfermedades en una escala mayor en el futuro próximo, debido a las profundas transformaciones globales de la biosfera, a la profunda miseria en que viven al menos 3.600 millones de personas en el planeta, y al agotamiento de cualquier sentido de protección social para una inmensa mayoría. Por todo eso, todas las condiciones apuntan a momentos de desastre epidemiológico. Ahora bien, es cierto que el covid-19 ha sido contenido hasta cierto punto. Y no intento minimizar nada. Es decir, por relacionarlo con una cuestión a la que vuelvo con frecuencia, la Peste Negra a mediados del siglo XIV fue el momento que señaló la crisis del feudalismo y esa vieja ligazón entre poder climático y enfermedad, que apareció con la Peste Negra, pero que no ha dejado de seguir apareciendo a través de los siglos.

¿Qué relaciones encuentras?
La llegada de la Peste Negra y de esa trinidad de clase, clima y enfermedad es muy útil para pensar acerca del presente momento de capitalismo pandémico, y de cómo está impactando en las relaciones de clase en todo el mundo. No quiero sobredimensionar, pero creo que en EE UU podemos ver ya capacidades crecientes de organización y de huelga entre la clase trabajadora. Y aunque no esta conectado de ninguna manera formal, este crecimiento conecta con toda la rebelión contra el régimen supremacista blanco y capitalista que gobierna los EE UU. Este es un cóctel muy peligroso y potente para la clase dirigente estadounidense, ya que el principio central de las élites estadounidense desde el siglo XVII ha sido el de mantener divididos a trabajadores negros y blancos a toda costa. Y lo que esta haciendo la pandemia es reunir a trabajadores negros y blancos en diferentes formas, potencialmente explosivas.

Hay dos cosas que han pasado recientemente que creo pueden cambiar mucho el panorama político y económico del que estamos hablando. La primera es la declaración por parte de China de convertirse en un país neutro en emisiones de carbono para 2060. Creo que en realidad no es tan importante si de veras China va a llegar a ser neutra en carbono o no, sino más bien el mensaje que lanza al mundo: si se trata de ir a por este nuevo nicho de acumulación del Green New Deal o del capitalismo verde, nosotros lo queremos también, y vamos a competir por el. La otra cosa que encuentro muy importante es sobre Arabia Saudí. Ahora sabemos que en 1973, el abandono del estándar del oro y la subida de precios del petróleo están completamente relacionados porque la mercancía que respalda el dólar es el petróleo, como ha sido todo este tiempo. Justo al comienzo de la pandemia, Arabia Saudíhizo este movimiento –perfectamente calculado– de ir hacia una guerra de precios rompiendo todo el sistema de precios vigente desde 1973. Y me parece un momento igualmente importante, en el sentido de que abre también una competencia destructiva en el sector energético, que era monopolista hasta ese momento, y que puede cambiar significativamente la forma en que el mundo está estructurado. ¿Crees que puede ser así?
Lo que estás señalando es totalmente correcto. Ha habido una conexión muy fuerte entre el dólar y el petróleo y productos derivados. Por eso estamos en un mundo que de hecho está regido por el estándar del petróleo, en lugar del estándar del oro. Y esto apunta a que la hegemonía del dólar estadounidense está a punto de romperse y derrumbarse, algo que puede ocurrir muy, muy rápido. Creo que lo que comentas sobre China es muy instructivo, porque los chinos llevan por lo menos más de una década preparándose para el final de la hegemonía del dólar. Creo que proyectos del Partido Comunista Chino (PCCh) como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (belt and road) y otros apuntan en esa dirección. El PCCh es por supuesto una entidad contradictoria, por supuesto. Está dirigido por una élite capitalista. Pero también existen tensiones dinámicas en su interior. En mi opinión, esos capitalistas se están preparando para un futuro post-capitalista. Cuando digo futuro post-capitalista, no estoy diciendo que surgirán soviets por todas partes, o que tendremos socialdemocracia en todas partes. Puede haber, y posiblemente habrá, un futuro post-capitalista en el que todavía existan mercados mundiales, donde todavía haya proletarios. Pero en un sistema esencialmente gobernado por el poder político, que se parecería tal vez a civilizaciones pre-capitalistas, especialmente las del este y sudeste asiático. Es lo que Samir Amin solía llamar “formaciones tributarias”, basadas en el movimiento político del plusvalor. Pero junto a todos esos elementos precapitalistas, también estarán presentes muchas de las características de la modernidad capitalista: proletarización, capital financiero, producción e intercambio de mercancías, todo eso. Cuando miramos a lo que vendrá, podríamos imaginar una suerte de visión china de transformación de la ecología-mundo capitalista en una especie de ecología-mundo, o civilización, tributarias. Todo esto es muy provisional. Mi idea personal es que las grandes transiciones civilizatorias ocurren, en cierto modo, de manera parecida a las crisis del Imperio Romano en la antigüedad tardía. Esto es, que una parte del imperio, el bizantino, sobrevivió y supo ajustarse a las transformaciones militares, climáticas y de clases de los siglos IV, V y VI, mientras que en la otra parte, la occidental, la confluencia de revueltas campesinas, invasiones bárbaras, crisis política y cambio climático conduce a una situación muy diferente, en mi opinión muy esperanzadora: el surgimiento de una civilización o un modo de producción dominados por el campesinado. Hubo una edad dorada del campesinado en Europa central y occidental, ya que el fin de la Roma occidental supuso el fin de una sociedad esclavistas de masas, la sociedad esclavista más grande de la historia humana. Así que cuando la izquierda usa frases como “socialismo o barbarie”, yo suelo decir “No, gracias. Prefiero una ecología barbara”.